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La ingesta no estuvo mal. Pizzas, costillares, aritos de cebolla y una larga lista de comida insana, amenizada por nuestras habituales tertulias frikis, a las que el hombre de a pie que tiene el placer de escuchar les sigue poniendo cara de asombro.
Seguidamente, y viendo que se acercaba la hora de comienzo de la proyección, nos dirigimos a la entrada del cine, más petada que de costumbre. En ella tuvimos el placer de poder ver de cuerpo presente a la inigualable persona que es Pablo Motos, el cual, como ser humano normal y corriente, se disponía a entrar en una sala a ver una película. Mientras esperaba, no dudó en hacerse fotos con chavales que pasaban por delante.
Y ya con esto entramos a ver la película, que no voy a destripar. Entretenida, no es un "por lo menos hemos cenao". Si queréis saber más, os recomendamos que vayáis a verla.